viernes, 23 de julio de 2010

CONFESIONES DE SAN AGUSTIN

Aterrado por mis pecados y por el peso enorme de mis miserias, había meditado en mi corazón y decidido huir a la soledad; mas tú me lo prohibiste y me tranquilizaste.
He aquí, Señor, que ya arrojo en ti mi cuidado, a fin de que viva.
Tú conoces mi ignorancia y mi flaqueza: enséñame y sáname.

San Agustin

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