Abril, 2010
Querido hermano y hermana periodista:
Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi
vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.
Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser
señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay
palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede
estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto
todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la
dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.
Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la
ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de
algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década
del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos
recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones
periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de
preconceptos y hasta odio.
¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que
se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más
desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio
de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por
caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a
Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban
autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos
entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos
salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto
médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas;
que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a
más de 110.000 niños... No es de interés que con otros sacerdotes hayamos
tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los
acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no
llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote
de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda
curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para
que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que
otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos
que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio.
Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los
enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000
sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a
sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados,
orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que
fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de
formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo,
en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes
durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y
volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano
Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas
rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas
de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una
simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina,
visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los
primeros sacerdotes que llegaron a la región…Ninguno pasa los 40 años.
No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en
sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la
comunidad que sirve.
La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena
Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más
ruido un árbol que cae que un bosque que crece.
No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El
sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su
humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas
y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en
cada criatura…
Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión
de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio
católico en la cual me siento ofendido.
Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso
lo hará noble en su profesión.
Querido hermano y hermana periodista:
Soy un simple sacerdote católico. Me siento feliz y orgulloso de mi
vocación. Hace veinte años que vivo en Angola como misionero.
Me da un gran dolor por el profundo mal que personas que deberían de ser
señales del amor de Dios, sean un puñal en la vida de inocentes. No hay
palabra que justifique tales actos. No hay duda que la Iglesia no puede
estar, sino del lado de los débiles, de los más indefensos. Por lo tanto
todas las medidas que sean tomadas para la protección, prevención de la
dignidad de los niños será siempre una prioridad absoluta.
Veo en muchos medios de información, sobre todo en vuestro periódico la
ampliación del tema en forma morbosa, investigando en detalles la vida de
algún sacerdote pedófilo. Así aparece uno de una ciudad de USA, de la década
del 70, otro en Australia de los años 80 y así de frente, otros casos
recientes… Ciertamente todo condenable! Se ven algunas presentaciones
periodísticas ponderadas y equilibradas, otras amplificadas, llenas de
preconceptos y hasta odio.
¡Es curiosa la poca noticia y desinterés por miles y miles de sacerdotes que
se consumen por millones de niños, por los adolescentes y los más
desfavorecidos en los cuatro ángulos del mundo! Pienso que a vuestro medio
de información no le interesa que yo haya tenido que transportar, por
caminos minados en el año 2002, a muchos niños desnutridos desde Cangumbe a
Lwena (Angola), pues ni el gobierno se disponía y las ONG’s no estaban
autorizadas; que haya tenido que enterrar decenas de pequeños fallecidos
entre los desplazados de guerra y los que han retornado; que le hayamos
salvado la vida a miles de personas en Moxico mediante el único puesto
médico en 90.000 km2, así como con la distribución de alimentos y semillas;
que hayamos dado la oportunidad de educación en estos 10 años y escuelas a
más de 110.000 niños... No es de interés que con otros sacerdotes hayamos
tenido que socorrer la crisis humanitaria de cerca de 15.000 personas en los
acuartelamientos de la guerrilla, después de su rendición, porque no
llegaban los alimentos del Gobierno y la ONU. No es noticia que un sacerdote
de 75 años, el P. Roberto, por las noches recorra las ciudad de Luanda
curando a los chicos de la calle, llevándolos a una casa de acogida, para
que se desintoxiquen de la gasolina, que alfabeticen cientos de presos; que
otros sacerdotes, como P. Stefano, tengan casas de pasaje para los chicos
que son golpeados, maltratados y hasta violentados y buscan un refugio.
Tampoco que Fray Maiato con sus 80 años, pase casa por casa confortando los
enfermos y desesperados. No es noticia que más de 60.000 de los 400.000
sacerdotes, y religiosos hayan dejado su tierra y su familia para servir a
sus hermanos en una leprosería, en hospitales, campos de refugiados,
orfanatos para niños acusados de hechiceros o huérfanos de padres que
fallecieron con Sida, en escuelas para los más pobres, en centros de
formación profesional, en centros de atención a cero positivos… o sobretodo,
en parroquias y misiones dando motivaciones a la gente para vivir y amar.
No es noticia que mi amigo, el P. Marcos Aurelio, por salvar a unos jóvenes
durante la guerra en Angola, los haya transportado de Kalulo a Dondo y
volviendo a su misión haya sido ametrallado en el camino; que el hermano
Francisco, con cinco señoras catequistas, por ir a ayudar a las áreas
rurales más recónditas hayan muerto en un accidente en la calle; que decenas
de misioneros en Angola hayan muerto por falta de socorro sanitario, por una
simple malaria; que otros hayan saltado por los aires, a causa de una mina,
visitando a su gente. En el cementerio de Kalulo están las tumbas de los
primeros sacerdotes que llegaron a la región…Ninguno pasa los 40 años.
No es noticia acompañar la vida de un Sacerdote “normal” en su día a día, en
sus dificultades y alegrías consumiendo sin ruido su vida a favor de la
comunidad que sirve.
La verdad es que no procuramos ser noticia, sino simplemente llevar la Buena
Noticia, esa noticia que sin ruido comenzó en la noche de Pascua. Hace más
ruido un árbol que cae que un bosque que crece.
No pretendo hacer una apología de la Iglesia y de los sacerdotes. El
sacerdote no es ni un héroe ni un neurótico. Es un simple hombre, que con su
humanidad busca seguir a Jesús y servir sus hermanos. Hay miserias, pobrezas
y fragilidades como en cada ser humano; y también belleza y bondad como en
cada criatura…
Insistir en forma obsesionada y persecutoria en un tema perdiendo la visión
de conjunto crea verdaderamente caricaturas ofensivas del sacerdocio
católico en la cual me siento ofendido.
Sólo le pido amigo periodista, busque la Verdad, el Bien y la Belleza. Eso
lo hará noble en su profesión.
En Cristo,
P. Martín Lasarte sdb
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