Hermosa eres,
amiga mía, como Tirsa,
bellísima como Jerusalem.
Que lindos son tus pies en las sandalias,
hija de principe.
La curva de tus caderas,
obra de manos de un artista,
tu ombligo, es como un ánfora redonda,
tu cuello, es una torre de marfil;
Tus ojos, como las piscinas de Jesbón,
tu cabeza es como el monte Carmelo,
tu pelo, es como la púrpura,
un rey en él está prisionero.
¿Quién es esta que surge como la aurora,
bella como la luna,
resplendente como el sol?
Que bella eres, oh amor.
Que bella eres, oh delicia.
Bellísima como Jerusalem,
aay, Jerusalem.
Cantar de los Cantares 6 ; 7
Dice el Talmud que el mundo entero no es digno del día en que a Israel le fue dado el Cantar de los Cantares...
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